¿Qué estamos esperando para actuar?
Está en juego nuestra propia sobrevivencia, especialmente la de nuestros hijos, la de nuestros nietos.
En Venezuela las alarmas han sonado, firme y claro, alertando sobre el peligro inminente que se cierne sobre el país. Ya desaparecieron todos nuestros glaciares, una advertencia clara del cerco climático que atenaza al país.
La temperatura de la atmósfera continúa subiendo. Ya derritió las masas de hielo que habían anidado durante más de 20.000 años en las crestas más elevadas de la cordillera andina.
La desaparición de los glaciares no es un fenómeno ni anormal ni aislado. Es algo completamente natural, como resultado de las nuevas condiciones ambientales de la región.
La temperatura de la atmósfera ha subido, y con ella la altitud de la línea de equilibrio (ELA). Es sólo lógico que sean los glaciares de Venezuela los que se pierdan primero, por ser los de menor altura de toda la Cordillera Andina de América del Sur.
La línea de equilibrio de los glaciares subió de 4.500 msnm a 5.200 metros, superando todos los glaciares del país. Pronto desaparecerán, progresivamente y por el mismo motivo, los principales glaciares de Colombia y Ecuador, por estar entre los 5.000 y los 6.000 metros de altura. Luego los más altos, los de Perú, Bolivia, Chile y Argentina que superen los 6000 metros.
Mientras eso ocurra en esos países, la situación en Venezuela continuará empeorando progresivamente, a medida que continúe el aumento de temperatura.
La pérdida de los glaciares es sólo uno de los síntomas que afectan a Venezuela. Hay otros, más letales, muy peligrosos y a los que no les estamos prestando la atención que se merecen.
Consideremos en esta oportunidad sólo tres:
· el aumento en el nivel del mar
· los huracanes
· la pérdida de las condiciones de habitabilidad de la mayor parte del territorio nacional.
Todas estas son consecuencias del calentamiento global. Por lo que vale preguntarse: ¿Por qué se está calentando el planeta?
Se calienta porque la actividad humana ha alterado el equilibrio energético planetario. En la actualidad la Tierra acumula cada vez más energía proveniente del Sol en forma de radiación electro-magnética.
La acumula porque la energía que emite el planeta al espacio es menor a la energía que recibe del Sol. La energía que se emite se ha reducido porque le hemos estado inyectando a la atmósfera gases como el CO2 y el metano, más de 50.000 millones de toneladas anuales en la actualidad (CO2-equivalentes).
Esos gases reducen el flujo de calor de la superficie de la Tierra hacia el espacio. Retienen cada vez más energía calórica.
La Tierra recibe un flujo constante de energía proveniente del Sol: 340 W/m2. Una parte se refleja (29%). La parte que se absorbe (241 W/m2) es compensada por la energía que el planeta emite en forma de calor. Cuando estos dos valores se encuentran en equilibrio, la temperatura se mantiene relativamente constante.
En condiciones de equilibrio, la radiación que se emite al espacio es equivalente a la energía que la Tierra recibe del Sol en radiación electromagnética.
Segun la NASA: “Por más de 40 años, las observaciones satelitales demuestran que la energía proveniente del Sol ha variado en menos de 0,1%, mientras que el calentamiento provocado por el consumo de combustibles fósiles es 270 veces mayor” (https://climate.nasa.gov/explore/ask-nasa-climate/2910/what-is-the-suns-role-in-climate-change/)
El desbalance energético planetario acumulado hasta el presente supera los 4,13 W/m2 de superficie terrestre, correspondiente a un aumento de temperatura de 3,1°C, un escenario infernal. Una parte de ese desbalance se refleja en el aumento registrado en la temperatura superficial promedio global hasta la fecha: 1,4°C al cierre del 2023, correspondiente a 1,86 W/m2 de forzamiento radiativo.
En la actualidad, 0.9°C de aumento de temperatura adicional es compensado por la capa de aerosoles en la baja atmósfera, consecuencia de la actividad humana, formada por micro partículas que reflejan parte de la luz solar, impidiendo que llegue a la superficie del planeta y se convierta en energía infra roja (calor). La capa de aerosoles se ha convertido en un escudo protector que mitiga temporalmente en la actualidad aproximadamente 0,9°C de aumento de temperatura.
La mayor parte de los aerosoles provienen del consumo de combustibles fósiles y tienen una vida activa muy corta. La eventual reducción en el consumo de combustibles fósiles implica una reducción proporcional en la capa de aerosoles, lo que a su vez conduce a un aumento de temperatura. La eliminación total de la capa de aerosoles conduciría a un aumento adicional de temperatura de casi 1°C en la actualidad. Para evitar que esto ocurra, las estrategias bajo consideración en el Acuerdo de París para la reducción del consumo de combustibles fósiles incluyen operaciones de geo ingeniería atmosférica para sustituir el efecto de los aerosoles con la diseminación intencional de micro partículas que cumplan una función similar.
El desbalance energético corriente actual es de 1,1 W/m2 (566 Terajoules/segundo). Nuestra Madre Tierra acumula cada día una cantidad de energía calórica equivalente a la contenida en 770.000 bombas atómicas como la que arrasó a Hiroshima en 1945, detonadas cada día, 365 días al año.
El forzamiento corriente actual es de 566 TW (1,1 W/m2). Implica que, si se mantuviesen constantes tanto la cobertura de aerosoles como las concentraciones actuales de gases de efecto invernadero en la atmósfera, la temperatura superficial promedio aumentaría necesariamente 0,8°C adicionales para restituir el equilibrio energético del planeta. Es un aumento adicional de temperatura que no se ha registrado como consecuencia de la inercia climática.
Por las leyes físicas de la termodinámica, el sistema energético del planeta tiende a recuperar su equilibrio. Para recuperar el equilibrio tiene que calentarse, hasta que la energía que se emita sea igual a la energía que se recibe. Ese calentamiento adicional es el calentamiento global antropogénico.
El planeta se continuará calentando hasta que se restablezca el equilibrio entre la energía que se recibe del Sol y la que se emite al espacio. Ese equilibrio se restablecerá cuando dejemos de inyectarle CO2, metano y óxidos nitrosos a la atmósfera.
Mientras eso no ocurra, y todo parece indicar que no ocurrirá en las próximas décadas, las consecuencias del calentamiento global continuarán agravándose.
Una de esas consecuencias es el aumento en el nivel del mar.
“A mediados del Plioceno, hace 4 millones de años,la concentración de CO2 en la atmósfera oscilaba alrededor de las 400 partes por millón (ppmv), similar al nivel actual.
La temperatura superficial promedio oscilaba entre 2,5°C y 3°C sobre el promedio actual y el nivel del mar se encontraba entre 20 y 24 metros sobre el que conocemos”
Academia Nacional de la Ciencia de EUA: Climate Change: Evidence and Causes 2013
Nivel del Mar
Hasta hace apenas unos 10 años se proyectaba que el aumento en el nivel del mar para finales de este siglo, dentro de unos 80 años, se limitaría a un metro.
Pero el calentamiento global se ha acelerado desde el 2010. Las masas de hielo sobre Groenlandia, en el Ártico, se están derritiendo a una tasa aterradora: 30 millones de toneladas por hora, 7 veces más de lo registrado hace apenas 10 años. En el Ártico el aumento registrado de temperatura es cerca del triple del promedio mundial.
Algo similar ocurre con el hielo en la Antártida: se está perdiendo a 400 millones de toneladas cada día (NASA 2024).
Se están además desprendiendo de la Antártida glaciares gigantescos.
El año 2023 fue el año más caliente de los últimos 100.000 años, con un aumento de 1,4°C sobre el promedio de hace 100 años.
El 2024 tiende a superar al 2023 como el año más caliente de los últimos 100.000 años.
El gas que más contribuye al calentamiento global es el CO2, el gas carbónico. En la actualidad, la concentración de CO2 en la atmósfera es de 420 partes por millón.
La última vez que se registró algo parecido fue hace 4 millones de años, cuando la temperatura se encontraba 3°C por encima del nivel actual y el nivel del mar se encontraba 24 metros sobre el que conocemos.
Eso fue lo que ocurrió la última vez que la concentración de CO2 se encontraba en los niveles que tenemos hoy.
Para el año 2050, en menos de 30 años, el aumento de la temperatura superficial promedio global será de 2°C.
Vamos camino a un aumento de temperatura entre 3°C y 4°C para finales de siglo.
Las tendencias actuales conducen a un aumento en el nivel del mar de al menos un metro para el años 2050 y de 2 a 3 metros para finales de este siglo, en menos de 80 años.
Las consecuencias serán catastróficas. Las playas de Venezuela quedarán bajos las aguas. Puertos, aeropuertos, carreteras y ciudades quedarán inutilizadas.
De la misma manera que desaparecieron los glaciares, y por la misma razón, también van a desaparecer playas, fuentes de agua, tierras fértiles y la habitabilidad misma de la mayor parte del país, entre otros efectos aterradores del calentamiento global sobre Venezuela a corto plazo.
Cerca de 5 millones de venezolanos tendrían que ser evacuados permanentemente, a sitios más elevados en menos de 30 años.
Sólo las pérdidas económicas son astronómicas.
Huracanes
El océano ha absorbido cerca del 90% de la energía que se ha acumulado en la Tierra en los últimos 100 años. Ha subido más de un grado la temperatura promedio de los primeros 200 metros de profundidad.
Como también ha subido la temperatura del aire, el mar más caliente se evapora más rápidamente, inyectándole más vapor de agua a la atmósfera. Como el aire también se ha calentado, puede retener más vapor de agua.
Los huracanes se forman en el este del océano Atlántico. Se alimentan de la energía que le suministra el aire caliente cargado de humedad. Al aumentar la temperatura del aire y la humedad, los huracanes se hacen más potentes y más destructivos.
Los huracanes patinan sobre el agua del Atlántico de este a oeste, desplazándose casi directamente hacia Venezuela. A medida que acumulan energía y velocidad, tienden a caer hacia el Norte por la curvatura de la tierra (efecto Coriolis). Los objetos que se mueven en el hemisferio Norte tienden a desviarse hacia la derecha (este). En el Atlántico Norte los huracanes giran en contra de las agujas del reloj. Los vientos que fluyen hacia el Norte tienden a desviarse hacia la derecha (este).
Venezuela cuenta además con un escudo protector que forman las islas del Caribe, justo frente a Venezuela. Estas islas contribuyen a desviar los huracanes hacia el Norte.
Pero huracanes cada vez más poderosos y violentos tienden a superar el obstáculo que le presentan las islas del Caribe, por lo que tienden a arremeter más directamente contra Venezuela.
Los venezolanos no estamos acostumbrados a vientos huracanados. Nuestra infraestructura no ha sido diseñada para resistir la violencia de huracanes de categoría 4 o 5. Por lo que la destrucción tiende a ser mayor que en países acostumbrados a los impactos de los huracanes, especialmente porque arremeterán contra una población desprevenida.
Habitabilidad
La temperatura promedio mundial, en la superficie de la Tierra, es de 15°C en la actualidad.
En el trópico la temperatura promedio tiende a duplicar el promedio global, especialmente en las regiones más cercanas al ecuador y más cercanas al nivel del mar.
En ciudades como Barinas, San Fernando o Acarigua el promedio anual es de aproximadamente 27°C.
Un aumento de 3°C a escala global implica un aumento de 5°C a 6°C en el Llano venezolano, en la costa, en el Sur del Lago y en la mayor parte de Guayana. La temperatura anual promedio tiende a exceder los 32°C para finales de siglo.
Estas temperaturas, en combinación con los elevados niveles de humedad, superarán los límites de la resistencia humana.
Se establecerían en la mayor parte de Venezuela temperaturas que hoy sólo se registran en el desierto del Sahara, donde la habitabilidad humana es muy escasa.
Se encuentran en sus etapas iniciales de gestación movimientos migratorios a escalas cada vez mayores. Primero dentro del país, hacia las montañas Andinas y hacia la Cordillera de la Costa, principalmente. Más adelante, la migración masiva será principalmente hacia el norte, hacia Estados Unidos y Europa.
Como situaciones similares afectan a otros países tropicales de América Latina, África y Asia, las migraciones opacarán a las actuales como insignificantes. En lugar de cientos de miles, serán cientos de millones.
La única forma de detener invasiones de tal magnitud será por la violencia organizada o la propagación de enfermedades contagiosas mortales: armas biológicas.
Hay que tomar conciencia de las amenazas que nos acechan, de la avalancha de efectos sobre nuestra seguridad y la de nuestros descendientes más inmediatos.
No es tiempo de titubeos o indefiniciones. Está en juego nuestra propia sobrevivencia y la seguridad de nuestros hijos.
Es tiempo de actuar con determinación, no sólo en nuestro propio beneficio, sino especialmente en defensa de derechos fundamentales de nuestros descendientes inmediatos.
Urge la definición de una política nacional sobre el calentamiento global, para contribuir a detener esta amenaza planetaria y para preparar a la población ante la arremetida de sequías más pronunciadas, inundaciones más destructivas, ante la escasez de agua y de electricidad, ante la pérdida de la fertilidad de los suelos, ante la presencia cada vez más frecuente de olas de calor más allá del límite de la resistencia humana.
Esto no es más que un bosquejo del problema.
Está en juego nuestra propia sobrevivencia, especialmente la de nuestros hijos, la de nuestros nietos.
Bajo amenaza similar se encuentran otros pueblos hermanos, de América Latina, de África y de Asia. Aunque nuestra contribución al calentamiento global haya sido relativamente limitada, somos sus víctimas más inmediatas y vulnerables.
Urge el concurso de nuestras mejores mentes para diseñar una estrategia nacional para minimizar los inevitables impactos que se avecinan, conservar los recursos naturales que nos protegen, mantener los servicios ambientales de nuestros bosques y negociar en los foros internacionales correspondientes, junto a países hermanos, los recursos tecnológicos y financieros necesarios para superar la mayor amenaza que ha enfrentado la humanidad en toda su historia.
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Junio 2024